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Los peligros de no administrar bien el dinero

    Publicado en la web infotaller.tv

    Hace años, en mi época de recambista, una de mis tareas semanales era ir todos los viernes por la tarde a cobrar en efectivo a un cliente. Era un taller pequeño, de dos mecánicos y dos elevadores y lo tenía todo muy bien estructurado, la agenda perfecta, todo ordenado y limpio, y un sistema infalible para llevar sus cuentas: durante la semana todo el dinero cobrado lo metía en un cajón, el viernes por la tarde hacía montones, uno para cada proveedor correspondiente a lo que le había comprado esa semana, otro para el sueldo del empleado, otro montón para el pago del alquiler, y lo que le sobraba se lo metía en el bolsillo, eso era lo que él había ganado.

    Te lo contaba mientras te pagaba, y en su cabeza tenía su lógica, pero este sistema funciona solo hasta cierto punto, ya que hay una cosa que no tiene en cuenta, que el negocio también necesita tener su propio bolsillo, necesita liquidez para cuando hay que comprar herramientas, reparar equipos, o invertir en tecnología o cursos. Además hay otros muchos pagos que se quedan fuera de este “sistema infalible”, impuestos, agua, luz, vado, seguros, pagas extras del personal…

    En mi trayectoria, he conocido a muchos empresarios que confundían su dinero con el de su empresa, y por desgracia tarde o temprano todos han sufrido las consecuencias de su error, pasando grandes dificultades o incluso llegar a cerrar sus negocios por uno de estos tres motivos:

    1. Que el empresario en su vida particular se gasta lo que la empresa necesita para su funcionamiento y las deudas acaban cerrando el negocio.
    2. Que la empresa ha consumido todos los ahorros familiares y al final acaba trágicamente con el fin del negocio y la familia endeudada.
    3. Que la empresa no puede crecer ni hacer frente a su propia evolución ya que el propietario se queda para él todos los beneficios y, al final, el negocio acaba muriendo lentamente y trágicamente para todos los empleados.

    Muchos pensaréis “Jorge es un exagerado, eso no me va a pasar a mí, porque yo tengo un método…”, vuestro método puede ayudaros ahora, pero os aseguro que no funcionará a medio o largo plazo.

    Volviendo al taller que os contaba al principio, a los 2 años de usar su “sistema infalible” tuvo que dejarlo, pasó a pagar a los proveedores mediante giro a 60 días, al empleado y al alquiler con domiciliación mensual e hizo solo dos montones uno pequeño con su sueldo y otro con todo lo demás, que pertenecía a la empresa.

    ¿Por qué? Porque después de dos años, las deudas de los gastos extras se lo comían, los clientes no pagaban todos al momento, algunos se retrasaban (como es habitual) y esto hacía que él se retrasase con sus proveedores, muchas semanas en su bolsillo no se llevaba lo mínimo para poder comer, y tenía que tirar de los ahorros ya mermados por los impuestos y gastos generales de la empresa, y además veía como su negocio se quedaba atrás mientras que su competencia invertía en herramientas y tecnología para los nuevos vehículos.

    Os cuento esto desde mi experiencia personal, ya que de los tres puntos que he comentado arriba, dos de ellos los viví muy de cerca.

    Mi consejo es separar siempre vuestro patrimonio personal del de la empresa, tratarla como un ente externo con sus propias necesidades, fijar límites de hasta donde queréis que ella dependa de vosotros o vosotros de ella, nunca avaléis a la empresa con vuestro plan de pensiones o hipoteca de la vivienda familiar (en el caso de hacerlo, marcaros antes de firmar un plan detallado de como libraros de esa deuda cuanto antes y de forma prioritaria), y recordar que por mucho sacrificio que os haya costado levantarla, no lo hagáis todo por ella, no es vuestra hija, es más un ancla que os puede arrastrar hasta el fondo si el barco hace aguas.

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